El cerebro altruista

Resumen

Pfaff D. El cerebro altruista: por qué somos naturalmente buenos. Barcelona: Herder, 2017.

Publicado
11 | 1 | 2024
Marc Illa Mestre

Graduat en Filosofia. Màster en Ciutadania i Drets Humans. Màster en Bioètica i Dret.

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En una era en la cual uno de los grandes debates filosóficos trata de la modificación (¿o mejora?) de la condición humana –transhumanismo y posthumanismo– Donald W. Pfaff, en El cerebro altruista, presenta una tesis que hace pensar que la naturaleza humana no debería modificarse, puesto que ella misma es suficiente y correcta, como mínimo desde un punto de vista moral: “Mostraré que el cerebro está predispuesto para impulsarnos hacia la conducta empática y los sentimientos que conducen a conductas altruistas”. (Pfaff, 2017: 37). Leyendo su propuesta, puede deducirse que la naturaleza humana cuenta, por sí misma, con los recursos suficientes para constatar un presunto progreso moral.

El subtítulo del libro es indicativo y sintomático: por qué somos naturalmente buenos. De su planteamiento se extrae que la naturaleza humana, inteligentísima, ha orquestado una serie de disposiciones para reaccionar ante el dolor ajeno y para favorecer la cooperación y la solidaridad.

El autor resume en cinco pasos neurofisiológicos el altruismo humano: todos estos estadios procesales se dan en una fracción de segundo, y su procesamiento es previo a la conciencia.

Parece que el punto determinante de su propuesta es el siguiente: eso que nos determina a ser altruistas es la confusión con el otro, verse a uno mismo en el otro. Esta identificación nos alerta para proteger al otro, así como alguien lo haría hacia sí mismo. Igualmente, una objeción que puede hacerse a Pfaff es la siguiente: el ser humano no puede ser tan altruista si necesita reflejarse en el otro para reaccionar moralmente. ¿Realmente se prescinde de los propios intereses cuando la persona necesita identificarse con el otro? 

El libro de Pfaff nos explica por qué somos naturalmente buenos, pero no nos dice ni en qué consiste el bien, ni qué tenemos que hacer para ser buenos, ni por qué tenemos que serlo

Podríamos preguntar a Pfaff: ¿por qué debemos ser morales? Efectivamente, la acumulación de conocimiento va recabando razones en favor del optimismo moral, pero la pregunta existencial sobre la moralidad se mantiene incontestada, tal vez por su carácter incontestable.

A los planteamientos que se agarran a la naturaleza humana para solidificar y justificar una bondad humana –o un progreso moral–, se les puede criticar la rotundidad de un pasado histórico que apunta justamente lo contrario: si el ser humano tiende a la bondad y esto proviene de una predisposición evolutiva, ¿cómo se explican las grandes tragedias, los episodios más sanguinolentos y el mal que durante la historia de la humanidad ha azotado a cada uno de nuestros siglos?

Después de la lectura tenemos claro, esto sí, que la moralidad cambia de sentido: los griegos, por ejemplo, sabían que mos/moris indicaba costumbre, y que la moral tenía como objetivo proveer al ser humano de unas directrices de conducta que orientaran su vida. La ética y la moral dejan de ser prescriptivas y orientativas para pasar a ser descriptivas. Como ya se ha dicho, el libro de Pfaff nos explica por qué somos naturalmente buenos, pero no nos dice ni en qué consiste el bien, ni qué tenemos que hacer para ser buenos, ni por qué tenemos que serlo. 
 

Para citar este artículo: Illa, Marc. El cerebro altruista. Bioètica & Debat · 2018; 24(85): 24