El mal y la conciencia moral
Armengol R. El mal y la conciencia moral. La fuerza de las ideologías, el respeto, el amor, el odio. Barcelona: Editorial Comte d’Aure; 2014. 345 p.
Doctor en Medicina. Profesor titular de Medicina Familiar y Comunitaria de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona.

En el libro Felicidad y dolor, una mirada ética, Rogeli Armengol nos avanzaba algunos elementos centrales en su manera de pensar: la felicidad como evitación del dolor, la vida pacífica y el aggiornamento de valores cristianos. En El mal y la conciencia moral. La fuerza de las ideologías, el respeto, el amor, el odio, profundiza en varios aspectos enunciados en este primer libro, a partir de cuatro ejes fundamentales:
En el libro Felicidad y dolor, una mirada ética, Rogeli Armengol nos avanzaba algunos elementos centrales en su manera de pensar: la felicidad como evitación del dolor, la vida pacífica y el aggiornamento de valores cristianos
a- El mal es todo dolor o sufrimiento causado por un agente moral y que podría ser evitado.
b- La vida en sociedad gira alrededor de sentimientos morales que posibilitan la convivencia. Bien es cierto que los seres humanos somos aprovechados y egoístas, pero dependemos los unos de los otros, y, por tanto, hemos desarrollado un sentimiento de justicia y de respeto visible en todas las culturas. Respetar no es amar al otro, es evitarle un mal o un sufrimiento siempre que ello sea posible. Por consiguiente, el mandato moral más acuciante no es amar al prójimo como a ti mismo, sino respetarlo. Primero respetemos, luego amemos, viene a decirnos. “El respeto, que es una mezcla variable compuesta de sentimiento moral, virtud y comportamiento adecuado, sería el único comportamiento virtuoso que se debe y se puede demandar” (pág. 310).
c- Los actos humanos no pueden ser juzgados desde la mera intención de la persona que los ejecuta. Cada acto humano tiene tres facetas entreveradas: los deberes que afronta el agente moral, las consecuencias de sus actos y también la intención que lo guiaba en la ejecución de sus actos. Está bien que seamos virtuosos, pero lo decisivo es que cumplamos con nuestro deber (pág. 309). Ahora bien, al final lo que va a modificar la realidad humana serán las consecuencias de nuestros actos, por lo que una “buena intención” que no ha ponderado suficientemente estas consecuencias puede albergar desidia, pereza o incluso cierto grado (variable) de perversión o mala fe.
En todos los casos, el autor nos advierte que un gran regulador de la vida en comunidad es la vergüenza, por lo que estas personas con escasa sensibilidad a ser avergonzadas o a experimentar la culpa son especialmente peligrosas
d- La ideología, entendida como sistema de creencias, tiene una influencia variable en los seres humanos. El autor distingue los siguientes subgrupos: personas que siguen prioritariamente los sentimientos morales. Como ejemplo de este perfil cita a Hume, quien elabora su concepción ética persuadido de la fuerza determinante de estos sentimientos. Un segundo grupo se rige por la ideología que abrazan. Es un grupo heterogéneo, un grupo compuesto, como mínimo, por tres perfiles netamente distintos: por un lado, los fanáticos; por otro, los aprovechados, los egoístas, los que cogen lo que sea al vuelo sin resquemor moral; finalmente, los conformistas, los que cierran los ojos a los “abusos ineludibles”, (en este punto cita a Hobbes como exponente). El tercer grupo sería los que ora se inclinan por regir sus actos por sentimientos morales, ora por creencias. Serían el grupo más numeroso. Un cuarto grupo lo formarían personas con nula o muy escasa conciencia moral, los delincuentes y psicópatas, pero también personas que pueden seguir una vida rutinaria, adaptada a normas sociales. En todos los casos, el autor nos advierte que un gran regulador de la vida en comunidad es la vergüenza, por lo que estas personas con escasa sensibilidad a ser avergonzadas o a experimentar la culpa son especialmente peligrosas. Sería interesante contrastar esta taxonomía con la que nos propone William James en “las variedades de la experiencia religiosa”.
Permítasenos en la brevedad de este resumen algunas citas que darán idea del interés de la obra: “la entera falta de generosidad y su acompañante, la envidia, nacen de la dificultad en querernos y valorarnos” (pág. 315). Para Armengol, se precisa algo de generosidad para ser amable y empático, no digamos para ser solidario, que resulta obvio. Pero reconocer los méritos ajenos es un acto de reconocimiento del otro que excede el mero respeto. También la generosidad se encuentra en la raíz del perdón: “Una de las cualidades o valores de la persona bondadosa es que con cierta facilidad puede perdonar”, eso es, “renunciar a la venganza”. En realidad, solo puede perdonar quien está en posición de poder ejercer una cierta venganza, pues, de lo contrario, no nos quedaría otro remedio que olvidar o encastillarnos en el rencor.
Para citar este artículo: Borrell, F. El mal y la conciencia moral. Bioètica & debat. 2014; 20(73): 24-25