Figurarse la vida. Cartas a Dios
El texto analiza la película Cartas a Dios, dirigida por Éric-Emmanuel Schmitt, basada en su propio libro Oscar y la dama de rosa. La historia sigue a Oscar, un niño con cáncer terminal que, en su corto tiempo de vida, establece una relación con Rosa, una mujer excéntrica que lo ayuda a afrontar su enfermedad. A través de su propuesta de que cada día de su vida represente 10 años y de escribir cartas a Dios, Oscar encuentra una manera de lidiar con su muerte inminente. La película explora temas profundos como la muerte infantil, la vulnerabilidad humana y el poder de la narración. Evita caer en el sentimentalismo, usando el realismo mágico para abordar estos temas con honestidad y sensibilidad. El relato subraya la importancia de la reflexión sobre la vida y la muerte, tanto para Oscar como para las personas que lo rodean.
Profesor titular de Antropología Filosófica (Facultad de Filosofía. UNED). Director de la "Cátedra Internacional José Ortega y Gasset", y Presidente de la "Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica" (SHAF). Miembro del Comité Científico de la Asociación de Bioética Fundamental y Clínica (ABFyC). Impulsor de lo que hemos llamado BIOÉTICA NARRATIVA (con Lydia Feito). Preocupado y ocupado en el desarrollo de una ética de la responsabilidad.

Oscar tiene diez años y está ingresado en un hospital para niños enfermos. Su enfermedad es muy grave, tiene un cáncer que está acabando con su vida, en pocos días morirá. ¿Cómo decirle la verdad? ¿Cómo reñirle por sus travesuras? Ni los médicos ni sus padres son capaces de contarle lo que realmente le pasa.
Sin embargo, logra enterarse de la gravedad de su enfermedad. No querrá hablar con ninguno de ellos. Solo lo hará con Rosa, una mujer malhumorada, excéntrica, que hace pizzas y las reparte a domicilio. Ella hablará con él directamente; apenas lo conoce, ni le gustan especialmente los niños, ni mucho menos los hospitales o las enfermedades. Esta “buena” mujer, antigua luchadora de catch, intentará ayudar a Oscar, y para ello le propone que a partir de ahora cada día de su vida cuente como 10 años, de tal modo que así logrará vivir una vida completa. También le propone que le cuente a Dios los avatares de esta rápida y fugaz vida mediante cartas que ella misma se encargará de hacerle llegar. El juego, la franqueza, la sinceridad y el humor harán que entre ambos crezca una profunda amistad que ayudará a uno a afrontar su propia muerte y a la otra su propia vida.
Esta película tiene su origen en el libro Oscar y la dama de rosa, escrito en 2002 por el mismo director de la película, Éric-Emmanuel Schmitt. El libro recibió un importante premio de la Academia de Medicina de Francia (premio Jean Bernard, 2004) por contribuir de una manera poderosa, a través de la literatura, a la humanización de la atención sanitaria, sobre todo en el caso difícil de los niños que afrontan duras enfermedades; la propia Academia de Medicina francesa llegó a recomendar de una forma directa la lectura de este libro para aquellos profesionales que se encontraban en entornos parecidos a los descritos en el relato. Éric-Emmanuel Schmitt es, además del director y autor de esta película y libro, el creador del magnífico relato El señor Ibrahim y las flores del Corán, también llevado al cine en una no menos magnífica película.
La cinta cuenta con el espléndido trabajo de Michèle Laroque, la dama de rosa, que combina a la perfección los tonos irónicos y tiernos, la tristeza y la alegría, el miedo y la esperanza. Junto a ella realiza un trabajo notable el niño protagonista, Amir. También destaca la presencia del veterano Max von Sydow, que al verlo en esta película nos recuerda al legendario protagonista de El séptimo sello. Actores, música, recreación magnífica de ambientes, dotarán a la película de una peculiar atmósfera, entre el cuento mágico y el relato realista.
El reto que afronta la película es cómo hablar de un tema tan difícil como es el de la muerte en la infancia; quizás la cinta no nos descubra nada demasiado nuevo, pero sí nos ofrece lugares y momentos para la reflexión. Nos ofrece recursos muy imaginativos para abordar temas difíciles y complejos. Y al hilo de esta gran cuestión se entretejen cuestiones claves como son las que tienen que ver con la vulnerabilidad y fragilidad humana, las instituciones sanitarias, los profesionales de la salud, la familia o la experiencia religiosa.
Una película como esta, que aborda de frente un tema tan escurridizo y que se presta las más de las veces al silencio, tiene el peligro de caer en el sentimentalismo y en un tono emotivo y melodramático, que puede bloquear la reflexión y lastrar la propia película. Creo que evita dicho peligro recurriendo al realismo mágico; la imaginación, a veces en su forma más excesiva e histriónica, nos saca una sonrisa capaz de vertebrar la emoción y el sentimiento y evitar que se conviertan en pura lágrima. Ni el realismo descarnado puede servirnos para reflexionar sobre estos temas, ni tampoco el sentimentalismo que huye del hecho mismo de la muerte. La película es realista sin ser cruda; es sensible sin ser sensiblera. No escamotea la realidad y la afronta con honestidad.
El gran mérito de la película reside en la cantidad de dispositivos narrativos que nos ofrece a la hora de tratar temas tan difíciles como el de la muerte en la infancia
El gran mérito de la película reside en la cantidad de dispositivos narrativos que nos ofrece a la hora de tratar temas tan difíciles como el de la muerte en la infancia. Las cuestiones de ética, es decir, la manera cómo afrontamos la vida y la muerte, requiere de todo nuestro esfuerzo racional, pero también de un no menor esfuerzo imaginativo. Aquí lo tenemos a grandes dosis. No es de extrañar que nos encontremos ante un buen ejemplo de medicina narrativa o de bioética narrativa.
En primer lugar, vemos cómo la protagonista, la dama de rosa, utilizará su experiencia como luchadora de catch para presentarle a Oscar situaciones que puedan ayudarle en sus conflictos cotidianos. Un problema, una situación difícil o un momento de incertidumbre son iluminados y esclarecidos por algún peculiar combate de catch. Estos relatos, entre el recuerdo y la imaginación, le ayudan al joven Oscar a ponerse en situación, lo orientan, le aconsejan. Vemos aquí la fuerza ilustradora del relato.
En segundo lugar, con más imaginación, le lanza a Oscar el reto de considerar cada día que le queda de vida como 10 años, para así vivir una vida entera. Le está ofreciendo una forma de vivir el tiempo que le resta como el tiempo de toda una vida, de verse a sí mismo habitando el tiempo, con sus avatares, sus aventuras y desventuras, y hacerse así, de alguna manera –una manera imaginativa–, una biografía. De esta manera Oscar puede, tal vez, contar su vida, y también afrontar su muerte.
Pero este relato de su vida, su avatar biográfico, adquiere la forma de identidad narrativa cuando es contado a “alguien”; ese alguien será Dios mismo. Rosa le propondrá que escriba cartas a Dios. Es muy interesante analizar el concepto de Dios que se desprende de estas cartas, un Dios próximo, que sufre, que juega, al que se le trata de tú (en filigrana aparecen grandes temas para la teología como un “Dios que sufre” o un Dios que puede permitir el mal). Me interesa más subrayar el efecto que tiene en el propio niño. Estas cartas le permiten comunicarse, expresarse, reconocer lo que es y lo que tiene, reconciliarse con sus padres, y que sus padres se reconcilien con él. Escribir, el relato, tiene un poder catártico; aunque no lo salva de la muerte (echar mano del milagro habría sido un recurso demasiado fácil, tanto para el director de la película como para el “Dios” aquí presentado).
Aprender a vivir la muerte, ¡maldita muerte!, tiene como consecuencia, ¡bendita consecuencia!, aprender a vivir la vida
El relato, este conjunto de estrategias narrativas, no evitan la muerte, pero iluminan de algún modo cómo afrontarla; cómo vivir la muerte, el tiempo, y más cuando es a destiempo, como en el caso de la infancia. Siendo esto importante, quizás lo sea más contemplar en qué medida estas historias, este relato –la propia historia del pequeño Oscar–, ilumina la vida de los padres, la de la dama de rosa, la del médico. Aprender a vivir la muerte, ¡maldita muerte!, tiene como consecuencia, ¡bendita consecuencia!, aprender a vivir la vida. Duro aprendizaje. También para el lector, para el espectador, que viendo y leyendo la vida figurada de otro, se ve y se lee a sí mismo.
Ficha técnica:
Título: Cartas a Dios (original: Oscar et la dame rose)
Año: 2009
Duración: 105 minutos
País: Francia, Bélgica, Canadá
Director: Éric-Emmanuel Schmitt
Guión: Éric-Emmanuel Schmitt
Reparto: Michèle Laroque, Amir Ben Abdelmoumen, Max von Sydow, Amira Casar, Mylène Demongeot, Constance Dollé, Simone-Elise Girard, Benoît Brière, Mathilde Goffart,Thierry Neuvic
Género: Drama
Para citar este artículo: Domingo-Moratalla, Figurar-se la vida. Cartes a Déu. Bioètica & debat. 2015; 21(76): 26-27