La acción que conviene. Sully

Resumen

La película nos muestra cómo en la conciencia del personaje las decisiones humanas están llenas necesariamente de dudas y vulnerabilidades. La acción indicada era volver al aeropuerto de La Guardia o aterrizar en Teterboro y, sin embargo, el piloto optó por un peligroso amerizaje en el río Hudson. Salvó la vida de la tripulación y de los pasajeros, pero fue juzgado por la compañía aérea, pues quizás no hizo lo correcto (lo que “debía” hacer) y causó daños irreversibles al avión. No se juzga el resultado de la decisión, sino si fue, o no, una buena decisión, una decisión correcta.

Publicado
9 | 2 | 2023
Tomás Domingo Moratalla

Profesor de Filosofía. Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)

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El 15 de enero de 2009, el vuelo de US Airways con 155 personas a bordo amerizó en el río Hudson. No hubo muertos. El impacto con aves tras el despegue del aeropuerto de La Guardia dañó gravemente los dos motores del avión. Todo auguraba el mayor de los desastres. En cuestión de minutos, 208 segundos, el comandante Chesley Sullenberger –Sully– junto con su copiloto Jeff Skiles, tomó una decisión: la única posibilidad que existía era amerizar en el Hudson, algo increíble y, a primera vista, desafortunado. Sin embargo, el accidente tuvo un final feliz. La acción indicada era volver al aeropuerto de La Guardia o aterrizar en el pequeño aeropuerto de Teterboro (Nueva Jersey), pero el piloto descartó tal maniobra. ¿Qué le llevó a hacerlo? ¿Cómo consiguió que todos salieran ilesos? ¿Cómo consiguió preferir la acción conveniente frente a las indicadas? ¿Un imprudente? ¿Un loco? ¿Un héroe? ¿Un irresponsable? Lo que sucedió en ese puñado de segundos ha hecho cambiar la formación de los pilotos en la toma decisiones en situaciones de emergencia.

Pero este suceso no solo afecta a la historia de la aviación, lo que no es poco, también es muy elocuente hablando de la manera en que tomamos decisiones o quizás deberíamos tomarlas. Este suceso, este hecho sorprendente, ha sido objeto de una magnífica versión cinematográfica. Clint Eastwood, dando muestras de una prodigiosa maestría narrativa, es capaz de contarnos el accidente y la milagrosa salvación con pulso decidido, con la tensión adecuada y con la mirada precisa. Hubiera sido fácil caer en una historia más de catástrofes, o de héroes, o de tragedias y dramas, o de situaciones angustiosas. Consigue la película que conviene para contar sencillamente lo que un hombre debe hacer, aunque algunos lo llamen héroe y otros suicida (o irresponsable). Y para ello centra su atención no en el hecho mismo, en la acción, sino en lo que pasa en el lugar en el que se toman decisiones, en el que se delibera, y no es otro que en la conciencia. No es la conciencia solo una voz que nos dice esto o aquello, sino un lugar en que se entretejen nuestras deliberaciones. Así pues, esta película puede ser vista como la radiografía de una conciencia, una conciencia que delibera y decide. Maestría cinematográfica, profundidad y sinceridad moral. No es solo cine –gran cine–, también es ética –gran ética–.

La película nos muestra cómo en la conciencia del personaje –desde la conciencia del personaje–, las decisiones humanas están llenas necesariamente de dudas, incertidumbres, fragilidades y vulnerabilidades. La acción indicada era volver al aeropuerto de La Guardia o aterrizar en Teterboro y, sin embargo, el piloto optó por un peligroso amerizaje en el río Hudson. Salvó la vida de la tripulación y de los pasajeros, pero fue juzgado por la compañía aérea, pues quizás no hizo lo correcto (lo que “debía” hacer) y causó daños irreversibles al avión, y también fue juzgado por la Junta Nacional de Seguridad del Transporte, que estimaba que puso en peligro la vida de todo el pasaje. Pero ¿no tuvo un final feliz? Es cierto, el final fue feliz, pero, a pesar de todo, quizás se trató de una mala decisión. No se juzga el resultado de la decisión, sino si fue, o no, una buena decisión, una decisión correcta. Toda la película está montada sobre la posibilidad de que se tratara de una mala decisión. Y esta duda la vemos en la propia conciencia de Sully: “¿Y si he tomado una mala decisión?”. Pero ¿qué es una buena decisión?

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El modelo de toma de decisiones imperante, y así lo vemos en el juicio a Sully, es el modelo que podemos llamar de “teoría de la decisión racional”. Decidir no es otra cosa que manejar una serie de variables que se pueden cuantificar o protocolizar para después aplicarles una serie de pasos y algoritmos, y así deducir una decisión y consiguiente acción. Es un modelo que responde a una lógica antigua y bien establecida (deductiva, matemática y precisa). Ha probado su rigor y buen funcionamiento en el mundo mecánico y técnico, y bien podemos pensar que también puede aplicarse al mundo de la acción humana. Y así, la manera de saber si la decisión tomada por nuestro piloto ha sido correcta (la indicada, la adecuada) es compararla con simulaciones de ordenador o con pilotos reales en situaciones de simulación. Y ¿qué vemos? Que Sully obró incorrectamente, pues las simulaciones demuestran que hubiera podido aterrizar en La Guardia o en Teterboro. Así es. Y Sully, trágicamente, piensa “me equivoqué”. Pero sigue pensando: “Las simulaciones a posteriori, con solo ordenadores o pilotos y ordenadores, no son la situación real, no reconstruyen la situación real”. En las simulaciones ya saben lo que ha pasado y lo que va a pasar (además de que pueden entrenar la situación una y otra vez). Sully y su copiloto no sabían muy bien el alcance de los daños, no sabían lo que les iba a pasar y tenían muy poco tiempo para decidir. La teoría de la decisión racional, también las simulaciones, prescindían del tiempo, pero ellos no tuvieron tanto tiempo para decidir. Tras aplicar los protocolos, sistemas de ayuda y emergencia, Sully tenía que decidir de forma apremiante, y apoyado en su experiencia, sus muchos años de piloto y su pericia, tomó una decisión arriesgada, pero correcta. Hizo lo que tenía que hacer, lo que era necesario para salvar todas las vidas en juego. Las simulaciones, esa forma de decidir, habían prescindido de lo que no se puede prescindir: el factor humano.

Quizás podemos decir que lo que hace Sully es “deliberar” y estimar –como dice el personaje en la película– y no simplemente aplicar un protocolo de toma de decisiones, es decir, calcular. La deliberación es la búsqueda de la mejor acción en el momento adecuado y en el lugar adecuado; la decisión tiene lugar en un espacio y tiempo, no es fruto de un simple cálculo extemporáneo. El cálculo es necesario, pero insuficiente; se requiere, además, invención, riesgo e imaginación. La acción correcta no es la que se limita a cumplir el protocolo sino la que, teniéndolo en cuenta, busca la acción que conviene, que conviene al momento, al lugar, a las personas, y a la situación misma. Deliberamos (y decidimos) para encontrar la acción que conviene, acción prudente y responsable (lo cual no implica necesariamente que el avión no se estrelle). Las actuales teorías de la deliberación en bioética o en ética encuentran en esta película una ilustración paradigmática.

Sully nos dirá, tanto en la película como en la ficción, que lo que él hizo fue solo cumplir con su deber, no hacer nada heroico ni extraordinario, ni milagroso, sino solo lo que había que hacer y lo que cualquier profesional haría. Así, la película es una invitación a la práctica de la virtud deliberativa como búsqueda del buen ejercicio profesional. Quizás es lo que hace el director con esta película: una sobria película que nos muestra qué hace un hombre para ser decente, honesto y buen profesional. Clint Eastwood hace también la película que conviene. ¿Qué hemos aprendido nosotros, viendo esta película, para alcanzar en nuestro ámbito –sea el que sea– la acción que conviene? Recibimos una invitación a la excelencia. No se trata de ser héroes. Sully, el piloto real, dijo: "Se ha usado tanto [la palabra héroe] para describirme que un día mi mujer buscó la palabra en el diccionario. Una acepción decía: 'Persona que decide ponerse en riesgo para salvar a otra'. Yo no encajo en esa definición. Nosotros no elegimos nada, aquella situación nos cayó encima. Nos limitamos a hacer nuestro trabajo. En un mundo en el que no todos lo estaban haciendo pudo parecer extraordinario, pero lo único que hicimos fue nuestro trabajo. Eso sí, lo hicimos excelentemente bien”.

Título original: Sully

Año: 2016

Duración: 96 min.

País: Estados Unidos

Director: Clint Eastwood

Guión: Todd Komarnicki (Libro: Chelsey Sullenberg, Jeffrey Zaslow)
Reparto: Tom Hanks, Aaron Eckhart, Laura Linney, Anna Gunn, Autumn Reeser, Sam Huntington, Jerry Ferrara, Jeff Kober, Chris Bauer, Holt McCallany, Carla Shinall, Lynn Marocola, Max Adler, Valerie Mahaffey, Ashley Austin Morris, Michael Rapaport

Género: Drama
 

Para citar este artículo: Domingo-Moratalla, T. Sully. La acción que conviene. Bioètica & debat · 2016; 22(79): 26-27