Maternidad subrogada: prohibición, cuestión de amor y justicia
La maternidad subrogada es aquella en la cual una mujer asume el hecho de la gestación a través de un contrato para librar el producto de esta a los que acontecerán sus progenitores ante la ley. De aquí se desprenden muchos cuestionamientos éticos, dado que el contexto propio de gratuidad en el que se da habitualmente este proceso, acontece un comercio y, por lo tanto, algunas de las personas que intervienen tienen intereses lucrativos.
Licenciada en Medicina y Cirugía. Licenciada en Teología. Máster en Teología Moral. Postgrado en Medicina Tropical. Presidenta del Patronato del Institut Borja de Bioètica-URL
Entendemos por maternidad subrogada el contrato por el cual se encarga a una mujer de gestar para entregar el producto de la gestación (hijo) a otra persona o personas que acontecerán los progenitores legales.
Si la mujer contratada gesta un embrión obtenido con el óvulo y/o el esperma de los comitentes, estos acontecerán a la vez madre y/o padre biológicos y legales de la criatura que se les entregará. Si el embrión no es fruto de sus gametos, serán solo los progenitores legales pero no biológicos.
El Papa Francisco, en el discurso del 8 de enero al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, pidió explícitamente de prohibir la maternidad subrogada: «El camino hacia la paz exige el respeto de la vida, de toda vida humana, empezando por la del niño no nacido en el seno materno, que no puede ser suprimida ni convertirse en un producto comercial. En este sentido, considero deplorable la práctica de la llamada maternidad subrogada, que ofende gravemente la dignidad de la mujer y del niño; y se basa en la explotación de la situación de necesidad material de la madre. Un hijo es siempre un don y nunca el objeto de un contrato. Por ello, hago un llamamiento para que la Comunidad internacional se comprometa a prohibir universalmente esta práctica».
En unas sociedades heridas de soberbia, donde el propio deseo parece ser la norma de comportamiento, y donde el emotivismo parece criterio fundamental, este llamamiento de Francisco es muy alternativo y contracultural, y es fruto del amor que la Iglesia debe a la humanidad desde su vocación profética de anuncio y de denuncia.
La maternidad subrogada nos aleja de la gratuidad que acompaña el milagro de la vida y, en cambio, adentra la procreación en el ámbito del comercio y el lucro de empresas y agencias necesarias para su consecución
La maternidad subrogada nos aleja de la gratuidad que acompaña el milagro de la vida y, en cambio, adentra la procreación en el ámbito del comercio y el lucro de empresas y agencias necesarias para su consecución.
¿Estamos renunciando al bien por el bienestar que puede proporcionar «la obtención» de un hijo?
Se conculcan muchos derechos de las mujeres, especialmente de las que se encuentran en situaciones de especial vulnerabilidad, y de los propios hijos concebidos por este medio y contrato.
Un hijo es un deseo legítimo, pero no son legítimas todas las formas de conseguirlo.
Cuando para llevar a cabo mi deseo tengo que tratar como objeto a quien siempre es sujeto (la mujer que gestará), entonces no se puede legitimar.
No se contrata o alquila un útero, se contrata o alquila una mujer
No se contrata o alquila un útero, se contrata o alquila una mujer.
Asistimos a una instrumentalización de la mujer gestante, que ve coartada su libertad en ámbitos como la alimentación, el ejercicio físico, etc., puesto que se le pauta lo que debe, y puede, hacer o no hacer para «garantizar» una gestación óptima.
La futura madre subrogada se tiene que someter a exhaustivos controles médicos y psicológicos. Está controlada desde que firma el contrato hasta que finaliza la gestación.
Se explica poco lo que supone para el cuerpo de la mujer el proceso al cual se tiene que someter (tratamientos hormonales, etc.) para que pueda anidar el embrión transferido, así como el tratamiento para disminuir la lactancia, etc.
La relación maternofetal tiene tanta fuerza, y es tan íntima, que a la mujer gestante se la somete a un asesoramiento psicológico para que sea capaz de desprenderse del hijo después del parto
La relación maternofetal tiene tanta fuerza, y es tan íntima, que a la mujer gestante se la somete a un asesoramiento psicológico para que sea capaz de desprenderse del hijo después del parto.
La mujer tiene cuerpo y sentimientos, emociones e inteligencia, afectos e ideales, valores y espiritualidad. Una mujer no puede ser reducida, ni tratada como simple «vientre de alquiler», no es una cosa o un objeto de comercio; la mujer es un ser fino en sí mismo.
No se pueden obviar los lazos emocionales y biológicos que se establecen entre la madre gestante y el feto. Los dos cuerpos interactúan y se configuran mutuamente.
Precisamente por la fuerte relación maternofetal establecida entre la madre gestante y el feto que vive y se desarrolla en su útero, se dan casos de «arrepentimiento» por parte de la madre subrogada reclamando para si el hijo gestado ante los padres de intención contratantes. Uno de los casos más conocidos es el llamado caso de Baby M.
Todavía en el caso de gestantes altruistas (cosa muy infrecuente), que no percibieran compensación económica por su embarazo, las agencias y las clínicas de reproducción asistida tienen un lucro indiscutible (superior al de la madre subrogada cuando esta percibe dinero por su gestación). Esto es uno de los factores principales de promoción de este tipo de maternidad.
Si entramos en el ámbito de la justicia social, se hace muy difícil justificar, en mi opinión no se puede, la explotación de las mujeres con fines comerciales y lucrativas para unos pocos.
Reflexionamos ahora sobre el bien del menor, el bien del hijo.
De hecho, algunas madres gestantes expresan su deseo de no establecer vínculos con los padres de intención para evitar desarrollar más vínculos emocionales que pueden dificultar más todavía la entrega del hijo a los contratantes
A muchos niños nacidos por este método se los priva de conocer algunos de sus orígenes genéticos, biológicos y familiar, ya sea por las leyes que protegen el anonimato de los donantes de gametos (y se conculca el derecho de conocer los orígenes genéticos), ya sea por el contrato establecido en la maternidad subrogada en que se puede ocultar al niño quien fue su madre gestacional. De hecho, algunas madres gestantes expresan su deseo de no establecer vínculos con los padres de intención para evitar desarrollar más vínculos emocionales que pueden dificultar más todavía la entrega del hijo a los contratantes.
Parece que los derechos del hijo pasan en un segundo plan, en el mejor de los casos, en relación con el deseo de paternidad/maternidad.
Un hijo no es un bien de uso y consumo. No es un objeto mercantil.
En el contrato que se firma entre los progenitores intencionales y la madre subrogada no se contemplan habitualmente la dignidad y los derechos del nuevo ser.
Se suelen exigir algunas características para el embrión que se tiene que gestar, sobre todo la ausencia de enfermedades.
Tendríamos que recordar que cada persona tiene derecho a ser querida por sí misma y no en función de sus características físicas o psíquicas. Este derecho se conculca en este tipo de contrato que, más bien, recuerda al control de calidad de los materiales en la industria que al proceso amoroso de procreación.
La pronta separación del niño de la madre que lo ha gestado también puede tener efectos perjudiciales psíquico-físicos.
Es conocido que el feto al vientre materno reconoce la voz de la madre, es sensible a su ambiente, a las músicas o ruidos que escucha, establece lazos con ella, que se ven interrumpidos bruscamente. Un hijo no es producto por el cual se fija un precio.
¿Qué sucede cuando el hijo no cumple las expectativas estipuladas?
La Iglesia invita a concebir hijos fruto del amor generoso y gratuito de los esposos, a respetar los derechos del niño (por ejemplo a conocer sus orígenes biológicos), y a valorar la vida como un don.
Humanizar la sexualidad y la procreación, liberar las mujeres de todo tipo de esclavitud, tener cuidado de las vidas concebidas y vivir en armonía con la naturaleza, también la humana, es una tarea apasionante que nos permitirá transitar por caminos de amor, justicia y gratuidad.
Accede al texto publicado en el Blog de Cristianisme i Justícia: