Recomendaciones éticas con relación a la gestión de la dimensión afectivo-sexual en las personas con discapacidad
El reconocimiento de la persona con discapacidad como sujeto de derechos y el desarrollo de un marco de cuidado integral son grandes hitos que han marcado las últimas décadas. A pesar de estos claros avances, la dimensión afectivo-sexual sigue presentando dificultades, tanto en su reconocimiento como en su abordaje. La reflexión ética y elaboración de unas recomendaciones éticas pretenden ofrecer una orientación general a los profesionales, ayudando a identificar los propios valores, reconocer los valores de las personas atendidas, fomentar el diálogo y debate, así como las posibles situaciones de riesgo o de alerta, promoviendo actitudes basadas en el respeto.
Directora Institut Borja de Bioètica. Universitat Ramon Llull. Doctora en Medicina. Psicòloga, Sant Joan de Déu Terres de Lleida
Sant Joan de Déu Terres de Lleida
Sant Joan de Déu Terres de Lleida
Director Assistencial Sant Joan de Déu Terres de Lleida
Espai de Reflexió Ètica Assistencial de Sant Joan de Déu Terres de Lleida
"Las últimas décadas han representado un cambio radical en el apoyo y atención a las personas con discapacidad, evolucionando desde un modelo paternalista a un modelo centrado en las personas. Desde una visión integral e integradora, es un profundo cambio de mirada, que reconoce la diversidad de ritmos, de valores y de necesidades y es la base para un modelo de atención basado en el respeto, el cuidado y en el saber acompañar en la medida que lo permitan."
"Desde el espacio de reflexión Ética Asistencial del Hospital Sant Joan de Déu Terres de Lleida, se elaboró durante el año 2019 un documento de trabajo: Recomendaciones éticas con relación a la gestión de la dimensión afectivo-sexual en las personas con discapacidad (Cf. Anexo 1), con el objetivo de poder ofrecer una orientación general a los profesionales, ayudar a identificar situaciones de conductas inapropiadas o disparidad de criterios entre profesionales, promoviendo criterios de manejo y de alerta."
"Ha habido una cierta visión social paternalista al considerar a la persona con discapacidad “como un niño” que no ha crecido y que su desarrollo cognitivo se ha quedado en una etapa infantil e inmadura (Amor Pan, 2000). Esta visión infantilizadora conlleva, en cierta manera, considerar a la persona con discapacidad como asexuada, con lo que de forma consecuente se le considera y trata como tal. La persona con discapacidad es plenamente una persona de derechos, que debe desarrollarse en un marco de cuidado integral."
"En un interesante artículo, destinado a pediatras, Sexualidad de los niños y Adolescentes con problemas de discapacidades del desarrollo (Murphy & Elias, 2006) se introducen algunas ideas para fomentar en los profesionales que trabajan con personas con discapacidad. Hemos adaptado estas ideas para ser válidas también en el ámbito del adulto:
1. Discutir temas de desarrollo físico, madurez y sexualidad de forma regular, comenzando durante la niñez y continuando a través de la adolescencia y mantener durante la etapa adulta. No presuponer que la persona ya conoce hechos básicos.
2. Asegurar la privacidad y la intimidad de cada persona con discapacidad.
3. Ayudar a los padres o a las familias a comprender cómo las habilidades de sus hijos afectan el comportamiento y la socialización.
4. Animar a las personas con discapacidad y a sus padres para optimizar la independencia, particularmente en lo relacionado con el autocuidado y las habilidades sociales, ya que supondrá un camino hacia la mejora de su calidad de vida y la de sus familias.
5. Ser conscientes de las necesidades médicas que pueden ser especiales en algunos casos como modificaciones, exámenes ginecológicos o asesoramiento genético cuando sea apropiado.
6. Reconocer que las personas con discapacidades, desde la niñez hasta su etapa adulta, tiene un mayor riesgo de abuso sexual, siendo imprescindibles estar alerta y conocer indicios de abuso.
7. Abogar por una sexualidad apropiada para el desarrollo y la educación en el hogar, la comunidad y la escuela, así como educar a las persones con discapacidad para las posibles consecuencias de sus actos.
8. Animar a los padres a ser los principales maestros de la educación sexual apropiada para el desarrollo de sus hijos, incorporando valores familiares, culturales, tradicionales y creencias religiosas.
9. Proporcionar a las familias información sobre los programas comunitarios apropiados que abordan problemas de sexualidad para niños, adolescentes y adultos con discapacidad.
Y añadiríamos un décimo punto: elaborar programas formativos en valores, afectividad y sexualidad para los profesionales que acompañan a las personas con discapacidad."
Este artículo ha sido publicado en la Revista Iberoamericana de Bioética.