Salud, Psiquiatría y Sentido de la vida
Profesor de Filosofía. Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
“Es solo una sucesión de vibraciones, pero a los seres humanos parece hacerles mucho bien. ¿Dónde cree que está la magia: en el aparato, en el que escribió esto, en mí, en ellos que se emocionan cuando lo oyen?”
El doctor Julio Denis es un médico psiquiatra que trabaja en un neuropsiquiátrico en Buenos Aires. Un día llega al hospital un joven extraño, Rantés, que dice ser de otro planeta. En principio, parece un caso más -diríamos que nada de otro mundo. Lo trata como paranoico en sus primeras sesiones, pero Rantés, con sus historias, sus ideas, irá introduciéndose en su vida, haciéndole dudar de si realmente está loco, con lo que, sutilmente, le obliga a replantearse su propia vida y profesión. Se encuentra en un callejón sin salida: si Rantés está “loco”, no hay que hacer mucho caso a lo que dice, pero lo que dice tiene mucho sentido. Y si tiene sentido, entonces el loco no es Rantés, sino él.
Esta película, que ya tiene unos años (1986), se ha convertido con el tiempo en uno de los grandes clásicos del cine iberoamericano. Y Eliseo Subiela, su director, con esta película y alguna otra (El lado oscuro del corazón, 1992) en un director de culto. Nos encontramos con una gran película, ya convertida en clásico. Y esto por dos motivos. Un clásico es aquella obra que no se agota, que siempre nos comunica algo; inagotable en la comunicación y expresión de nuevos sentidos y siempre aportando nuevos matices, aspectos, realidades. Por otro lado, es un clásico, como sucede con todas las obras consideradas clásicas, porque nos la encontramos en otras obras, otras referencias, deja huellas. De su guión se han hecho eco otras tradiciones cinematográficas (véase la película K-Pax, 2001, quizás sencillamente un plagio) y podemos comprobar también cómo alguna de sus escenas ha intentado repetirse, con desigual fortuna, en otras películas (la escena del joven Rantés dirigiendo la orquesta).
Su temática es también clásica del “gran cine”, y también, por muchas cosas que plantea, fundamental para los interesados en bioética, ética, o en la recuperación de cierto humanismo: los pabellones psiquiátricos, los enfermos mentales, lo normal y lo patológico, etc. Muchas obras pueden venir a nuestra mente, muchos estudios (véase Foucault), todos muy pertinentes. Pero hay una que creo que es de obligada visita, indirectamente referida en la película. El protagonista, el loco, el enfermo, se sitúa cada día en dirección al “pabellón nº 6”. Así reza el título de un cuento de Antón Chejov. Se trata del mismo tema, relación entre un médico psiquiatra y su paciente, y del mismo tema de fondo, entre otros: instituciones psiquiátricas, cuidado debido a los enfermos mentales; y todo ello desde la ironía y un gusto estético refinado.
Vayamos con Rantés. Este joven paciente pertenece a otro mundo, es un loco, un extraterrestre. Y como es “diferente” lo que le ofrece la institución, y también el médico, es un tratamiento que lo cure, que lo haga “normal”. Pero se resiste al fármaco y a la intervención. Está más allá de lo físico y químico, quiere estar más allá de lo físico y lo químico. Lo dice en repetidas ocasiones: “yo no quiero que me curen… solo quiero que me entiendan”. Está intentando decir algo, expresar algo, y no es reconocido en su lenguaje. Quizás sus síntomas lo son de una enfermedad y malestar que no son suyos, sino de una sociedad y de un tiempo. Los tratamientos, los cuidados, desenfocan lo que realmente sucede y pasa.
Vemos un paciente autónomo, crítico, que cuestiona su propia vida, y desde esa extrañeza cuestiona la relación con el médico, la propia estructura y sentido del acto terapéutico, y la institución que lo ampara. Y lo realmente interesante es que nosotros, espectadores, alejados en el tiempo y en el espacio, también nos sentimos apelados, conmovidos, cuestionados. Las preguntas que lanza desde su locura, desde su extrañamiento, son preguntas radicales sobre nuestra propia vida, nuestros saberes y nuestros haceres.
Merece la pena detenerse en una de sus intervenciones (dirigido al médico, pero podría ser a cualquiera de nosotros): “La naturaleza sólo permite un desarrollo muy lento. Favorece más fácilmente un cambio de especie que un cambio de conciencia. Yo soy más racional que ustedes. Respondo racionalmente a los estímulos. Si alguien sufre, lo consuelo. Alguien me pide ayuda, se la doy. ¿Por qué entonces usted cree que estoy loco? Si alguien me mira, lo miro. Alguien me habla, lo escucho. Ustedes se han ido volviendo locos de a poco por no reconocer esos estímulos. Simplemente por haber ido ignorándolos. Alguien se muere, y ustedes lo dejan morir. Alguien pide ayuda y ustedes miran para otro lado. Alguien tiene hambre y ustedes dilapidan lo que tienen. Alguien se muere de tristeza, y ustedes lo encierran para no verlo. Alguien que sistemáticamente adopte esas conductas, que camine entre las víctimas como si no estuvieran, podrá vestirse bien, podrá pagar sus impuestos, ir a misa, pero no me va a negar que está enfermo. Su realidad es espantosa, doctor. ¿Por qué no dejan de una vez la hipocresía y buscan la locura de este lado? Y se dejan de perseguir a los tristes, a los pobres de espíritu, a los que no compran porque no quieren…”
¿Qué hacemos con nuestras instituciones? ¿Cómo organizamos nuestra vida? El protagonista no deja de preguntar por el funcionamiento de lo establecido como tal. Parece como si nuestra organización más cotidiana estuviera en contra de nuestros propios intereses, de nuestra propia vida. Hemos olvidado lo más cercano, lo más concreto, lo más obvio. Nos complicamos nuestra vida sin venir a cuento. No nos movemos por lo que realmente queremos. ¿Qué queremos realmente?
Somos racionales y buscamos eficiencia, le diríamos al joven Rantés, y a cualquier “loco” que nos saliera al paso. Pero, qué es ser racional. Esto es precisamente lo que nos lanza a pensar la película. ¿Qué persigue una institución psiquiátrica, cuidadora de la normalidad, de la salud, de la racionalidad? No sólo es cuestión de la racionalidad de las instituciones sino de la racionalidad humana en general. Catalogamos de irracional al que nos presenta otro modo de racionalidad, quizás más humana. ¿Qué es ser racional? ¿Qué razón?
En relación con la organización racional de la vida y de las instituciones se encuentra la cuestión de si todo se puede explicar y comprender bajo una determinada lógica, la lógica científica, de los puros hechos, de los fármacos y del control. En una escena magnífica y expresiva nuestro protagonista tiene un cerebro en la mano y se pregunta dónde están las emociones, la experiencia, de esa persona, ¿dónde está el alma? En la misma línea se pregunta qué es lo que hace que la música sea música y no sólo unos sonidos detrás de otros. Está preguntando, nada más y nada menos, que por el mundo del sentido.
La película nos sitúa entre dos lógicas: la de los hechos y la del sentido. A los problemas del sentido (salud mental) responde, respondemos exclusivamente con soluciones surgidas del mundo de los hechos. Ese es nuestro gran error
La película nos sitúa entre dos lógicas: la de los hechos y la del sentido. A los problemas del sentido (salud mental) responde, respondemos exclusivamente con soluciones surgidas del mundo de los hechos. Ese es nuestro gran error. Recordemos lo que nos dice nuestro protagonista, que no quiere curación (hechos, fármacos) -lo único que la institución ofrece-, sino que lo comprendan, es decir, nos pide que nos instalemos en el nivel del sentido.
Es la música, el mundo del sentido a ella asociada, protagonista de la película. De hecho, en torno a ella se construye una escena que es probablemente la más importante de la película, y quizás del cine hispanoamericano, a la que antes me refería. Merece la pena verse despacio. Recomiendo la escena, y la conversación (represalia) ulterior que el director del psiquiátrico tendrá con Julio Denis, el médico. Al alegato del sentido y la emoción, responde el mundo crudo y plano de los hechos y del fármaco (la administración, la política, el poder).
Esta película nos obliga a pensar de otra manera, a entender y entendernos de otra manera. Hacemos nuestro el diálogo interior, voz en off, del médico (Julio Denis): “Calma Julito, después de todo solo hay dos alternativas: o Rantés está loco como una cabra, o realmente vino de otro planeta (…) ‘No viejo, no puede haber dos alternativas’”.
Ficha técnica:
Título original: Hombre mirando al sudeste
Año: 1986
Duración: 104 min.
País: Argentina
Director: Eliseo Subiela
Guión: Eliseo Subiela
Reparto: Hugo Soto, Lorenzo Quinteros, Inés Vernengo, Rubens Correa, David Edery, Tomás Voth, Rodolfo Rodas, Horacio Marasi, Jean-Pierre Reguerraz
Género: Drama. Intriga. Ciencia ficción
Para citar esta reseña: Domingo, T. Salud, Psiquiatría y Sentido de la Vida. Reseña de la película Hombre mirando al Sudeste. Bioètica & debat. 2023. 28(93); 1-5