La Aporofobia como desafío bioético

Resumen

La aporofobia es un rechazo más o menos consciente hacia aquellos que han quedado al margen de la sociedad. ¿Cuál es la causa? ¿En qué se fundamenta? Algunos autores piensan que la respuesta se encuentra en la incapacidad de estas personas de devolver algo a la sociedad donde viven. Que estos miembros de la sociedad puedan lograr esta capacidad pedirá del resto de una mayor atención y apoyo.

Publicado
2 | 5 | 2024
David Lorenzo Izquierdo

Doctor en Humanidades y Ciencias Sociales. Coordinador académico del Institut Borja de Bioètica. 

Palabras clave / Keywords
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Aporofobia

El Diccionario de la Real Academia Española define ‘aporofobia’ como “la fobia a las personas pobres o desfavorecidas”. Procede etimológicamente de las palabras griegas ‘áporos’, que significa ‘carente de recursos’, y ‘fobia’, que significa ‘miedo’, ‘temor’, ‘repulsión’. Una fobia, en el ámbito psiquiátrico, se define, según el Diccionario, como “temor angustioso e incontrolable ante ciertos actos, ideas, objetos o situaciones, que se sabe absurdo y se aproxima a la obsesión”.

La filósofa Adela Cortina, en su libro “Aporofobia, el rechazo al pobre: un desafío para la democracia”, define el fenómeno como “rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre, hacia el desamparado que, al menos en apariencia, no puede devolver nada bueno a cambio”. Y afirma que todos somos o podemos ser un poco aporófobos.

Más allá de esta cuestión terminológica, conviene preguntarse qué hay detrás de ese fenómeno, es decir, por qué una persona no acepta a otra por el hecho de ser pobre

A algunos quizá les resulte excesivo el uso del término ‘fobia’, un término que la psiquiatría define como un temor “angustioso e incontrolable”, para expresar la no aceptación de un tipo de personas por alguna de sus características, pero es un término cuyo uso ha sido aceptado en el lenguaje ordinario. Más allá de esta cuestión terminológica, conviene preguntarse qué hay detrás de ese fenómeno, es decir, por qué una persona no acepta a otra por el hecho de ser pobre.

Un hecho importante es que, detrás del rechazo de personas de otras razas, etnias o nacionalidades, no hay elementos raciales, étnicos o nacionalistas sino más bien elementos económicos. La aporofobia desenmascara ese tipo de rechazos y muestra que, detrás de ellos, lo que hay verdaderamente es un elemento económico: la carencia de recursos. En muchas ocasiones, cuando alguien no acepta que los extranjeros vayan a otro país, lo que en el fondo está rechazando no son a los extranjeros en general sino a un tipo de extranjeros: aquéllos que carecen de medios económicos. Un extranjero rico no suele despertar rechazo; un extranjero pobre, sí. “¿Por qué?”, se pregunta la ética.

Una primera respuesta la da Cortina en las palabras citadas: porque “no puede devolver nada bueno a cambio”. El ser humano es un ser que, para mantener y proteger la vida, necesita de otros: un individuo y un grupo necesitan otros individuos o grupos para conseguir los bienes materiales básicos para mantener y proteger la vida. El intercambio y el comercio son ejemplos de actividades que se dirigen a cubrir necesidades materiales. Gracias a ellos, un individuo o grupo se ve impulsado a relacionarse con otros individuos y grupos y, por ello, a reconocer su dependencia con respecto a ellos. Como afirma Cortina, el ser humano vive naturalmente en una actividad constante de “dar y recibir”

El problema ético no radica en rechazar la carencia o la falta de medios materiales -eso parece correcto y sano- sino en rechazar a la persona que los sufre

La persona que carece de recursos interrumpe esa actividad, ese flujo de intercambio de bienes, y ese hecho despierta en otras personas la tendencia al rechazo. Dar nombre y constatar esa tendencia es un primer paso para corregirla y darle otro cauce. El problema ético no radica en rechazar la carencia o la falta de medios materiales -eso parece correcto y sano- sino en rechazar a la persona que los sufre. Parece ético rechazar un cáncer pero no a la persona que lo padece. Ese rechazo supone reducir el valor de la persona a una de sus cualidades o características (en este caso, la carencia de bienes materiales).

La aporofobia supone un desafío bioético porque no es más -¡ni menos!- que un reduccionismo que pone en peligro el mantenimiento y la protección de la vida de determinadas personas.

El filósofo Alasdair MacIntyre afirma que el ser humano se halla naturalmente en ‘redes de reciprocidad’. En ellas, el individuo recibe los recursos materiales e intelectuales para su desarrollo y, a la vez, ayuda a que otros los obtengan. Sin esas redes, la vida humana se hace imposible. Las relaciones en esas redes no son simétricas: en determinadas etapas o momentos, el individuo recibe más de lo que puede aportar y, en otras etapas o momentos, aporta o da más de lo que recibe. De hecho, gracias a que un individuo recibe esos recursos en un momento determinado de su vida (infancia, enfermedad…), puede luego aportar más a otros.

La respuesta a la aporofobia es la reciprocidad, la aceptación de la dependencia

Las redes de reciprocidad vienen a mostrar la situación de dependencia radical en la que se halla todo ser humano. La respuesta a la aporofobia es la reciprocidad, la aceptación de la dependencia. El pobre o el desfavorecido se encuentran en una situación en la que deben recibir apoyo y recursos para, luego, poder ellos ofrecer esos recursos a otros.

La aporofobia es, pues, un problema ético y social que se arraiga en un problema económico. La respuesta ética a este problema pasa, en primer lugar, por constatarlo y desenmascararlo; y, en segundo lugar, por recordar y ahondar en la importancia de la reciprocidad. Gracias a la reciprocidad, el ser humano acoge al otro y le ayuda a cubrir sus carencias.

 

Para citar este artículo: Lorenzo D. La aporofobia como desafío bioético.