La importancia de los modelos en el aprendizaje de la ética

Resumen

El artículo reflexiona sobre la tarea educativa de los profesores de ética y la influencia de su conducta en el éxito de la formación. Los modelos son muy importantes para el aprendizaje de la ética. La neuroeducación confirma la idea según la cual los alumnos aprenden a ser ciudadanos actuando como tales, no simplemente aprendiendo contenidos teóricos, pues al desarrollar hábitos se generan las conexiones neuronales necesarias para que tengamos la predisposición a actuar de una determinada manera.

Publicado
15 | 6 | 2023
Juan Carlos Siurana

Profesor titular de Filosofía Moral de la Universidad de Valencia.

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Ética

En los últimos años he escrito algunos artículos que tienen por objetivo pensar sobre la ética de los propios profesionales de la ética, y sobre si éstos profesionales deben tener una conducta especialmente ejemplar.1 En el presente artículo quiero reflexionar sobre la tarea de los profesores de ética, y sobre la influencia de su conducta en el éxito de la formación de sus alumnos. 

Para aprender ética necesitamos buenos profesores en todas las materias

Mi postura al respecto, la adelantaré ya, consiste en defender que la formación ética de los alumnos no es una tarea solamente de los profesores de ética, sino que precisamente el buen profesor se distingue del que no lo es, entre otras cosas, por la dimensión ética con que es capaz de impregnar sus clases. El buen profesor es quien es capaz de conseguir que sus alumnos no solamente memoricen contenidos, sino que los vivan, los creen, los cuestionen y, sobre todo, busquen caminos para la construcción de un mundo más justo con el recurso de los conocimientos que van adquiriendo, realizando acciones concretas durante el desarrollo de las clases y fuera de las aulas, que suponen avances en dicha tarea.

Por supuesto, es necesario que el profesor tenga buenos conocimientos de la materia que imparte, pero, también, que sea activo, que crea en los alumnos, en su capacidad de aprender y en la posibilidad de que éstos se comprometan en la tarea de construir un mundo mejor para todos.

Defiendo que el profesor que puede convertirse en nuestro “modelo de referencia” tiene un carácter ético que transmite a su actividad, con independencia de la materia que imparta

Defiendo que el profesor que puede convertirse en nuestro “modelo de referencia” tiene un carácter ético que transmite a su actividad, con independencia de la materia que imparta. Esta idea la hemos podido comprobar recientemente, al buscar quiénes son aquellos profesores que algunas organizaciones internacionales reconocen como “los mejores”. A continuación, destacaré el ejemplo de un premio que aspira a tener un gran reconocimiento mundial entre los profesores.

El modelo de profesor a imitar forma ciudadanos del mundo

El pasado 15 de marzo de 2015 se concedió el primer Global Teacher Prize, un premio que pretende convertirse en el Nobel de los profesores y está dotado con la nada despreciable cifra de un millón de dólares. La ceremonia de entrega tuvo lugar en Dubai, y la galardonada fue la estadounidense Nancie Atwell, quien fue elegida de entre un total de 5.000 aspirantes de 127 nacionalidades distintas.

Pero ¿cuáles son las cualidades de Atwell para que los organizadores de este premio nos la presenten como un modelo a seguir? Entre los méritos de esta profesora se encuentra el conseguir que sus estudiantes de séptimo y octavo grado lean un promedio de 40 libros al año –frente a los seis u ocho que leen la mayoría de los estudiantes de esos niveles-, lo cual les lleva no solo a adquirir el hábito de la lectura, sino también a escribir muy bien.

Para lograr su objetivo, esta profesora deja que el niño elija los libros que quiere leer y los temas sobre los que quiere escribir. Pero los alumnos no solo leen los libros, sino que también participan en talleres, los reseñan, los clasifican, los recomiendan… Nos dice que su meta es que los estudiantes se conviertan en “apasionados, habituales y críticos lectores” y que la lectura les convierta en personas “más inteligentes, más felices, más justas y más compasivas, debido a los mundos que experimentan”. 2

El que lean o no 40 libros es un dato que, siendo destacable, me resulta, no obstante, marginal. Lo importante para mí es lo que se busca y se consigue con ese amplio número de lecturas: ser personas más felices, más justas y más compasivas. ¿No es esa la finalidad de la ética? Personalmente creo que esta es o, al menos, deseo que haya sido, una de las claves para que haya podido obtener el premio.

De hecho, la Fundación Varkey Gems, organizadora del premio, destacó de Atwell su constante innovación “tratando de formar ciudadanos del mundo en el aula”. Comprobamos, pues, que la que ha sido considerada como “mejor profesora del mundo”, forja ciudadanos del mundo, es decir, personas que aspiran a construir un mundo mejor para todos. Y se supone que eso lo hace de un modo excepcional.

Sus alumnos no están especialmente dotados. Entre ellos se encuentran también alumnos con trastorno de déficit de atención e hiperactividad, o con problemas de aprendizaje o dislexia. Su estilo, por tanto, corresponde a una educación inclusiva, que intenta que todos avancemos juntos, apoyando a los que puedan presentar alguna debilidad. Orientación que parece tener también cierta sensibilidad ética.

El profesor modélico, no solo habla de la solidaridad, sino que él mismo realiza acciones solidarias

El hecho de que Atwell, al impartir sus clases, se proponga un objetivo, un método, y unos resultados éticamente destacables, ¿la convierten ya en modelo a seguir? ¿o su vida personal, dentro y fuera del aula, debería ser también un modelo a imitar? ¿Cómo influye el modo de ser de Atwell en sus resultados? Mi posición al respecto es que no se puede tener buenos resultados en el aula, si uno no transmite a sus alumnos que uno es como intenta que sean sus alumnos. 

Y ¿qué sabemos de la personalidad de Atwell? Podemos deducir que el compromiso personal con la causa de la buena educación parece incuestionable en esta autora, si tenemos en cuenta que ha donado el premio a su escuela para seguir fomentando este tipo de enseñanza. Con esta acción, Atwell parece haber sentido una responsabilidad personal al convertirse como modelo a imitar, tras la obtención del premio. Parece querer decirnos que lo que debe ser imitado de los buenos profesores es, sobre todo, sus acciones solidarias.

El profesor a imitar, logra que los alumnos se diviertan mientras aprenden contenidos de modo crítico

Ahora, pongamos algún ejemplo más. Entre los cincuenta profesores que llegaron a la final se encontraba un español, César Bona.3 ¿Cuáles son las características de las clases que imparte Bona? ¿cómo es él como persona?, ¿cómo influye su personalidad en sus alumnos y en las materias que imparte?

César Bona es licenciado en Filología Inglesa y diplomado en Magisterio, tiene 42 años, e imparte sus clases en el colegio público Puerta de Sancho de Zaragoza. En la clase de 5º B, con niños de entre 10 y 11 años, todos los alumnos tienen un cargo: la Jefa de Reciclaje, el Defensor de la Lectura, la Comisión Periodística, la Curiosa, el Recogepersianas, la Abogada, el Historiador, la Apuntacitas, el Encargado de la Lista Negra de los que Hablaron Demasiado, el Cabecilla de los Sublevados, etc. 

El método de Bona consiste en implicar a todos, fomentando el respeto, la empatía y el esfuerzo, dejando que los niños y él mismo, suelten su imaginación. Los periodistas que han asistido a alguna de sus clases escriben: “Los niños se pasan el día sonriendo y levantan mucho la mano. Casi no usa el libro de texto”. En el aula, los niños no se sientan de cara a la pizarra, sino que se miran unos a otros. Las mesas están agrupadas de cuatro en cuatro formando cinco continentes, y se llaman Lechugandia del Sur, Panizoland, Tierras Medias de Rancia, Nueva Zapatilla y Mundo Viejuno. En sus clases, los alumnos aprenden a buscar información por sí mismos sobre los temas a tratar, debaten y recuerdan muy bien lo tratado. 

¿Qué opinan los padres? Aunque los padres al principio tenían recelos sobre ese modo de impartir las clases, César Bona comenta que ahora le dicen cosas como la siguiente: “Mi hijo es mucho más empático, más autónomo, sabe tener criterio propio, sabe reaccionar ante las injusticias…”.  ¿Y los niños qué opinan? Entre las opiniones de los niños encontramos las siguientes: “Es muy divertido, aprendemos de una forma distinta”, o “jugando aprendemos mejor que estudiando”.

Y ahora viene la pregunta central de este artículo: ¿podría este profesor impartir así sus clases si él no fuera como quiere que sean sus alumnos?

Y ahora viene la pregunta central de este artículo: ¿podría este profesor impartir así sus clases si él no fuera como quiere que sean sus alumnos? César Bona comenta: “Yo creo que todo el mundo tiene un tubo que une el niño que éramos con el adulto que somos. En algunos adultos se obstruye y en mí está abierto”. Nos dice también que el maestro consigue la autoridad sin imponerse. “Si tú gritas, los demás gritarán más”. Además, los alumnos llevan pocos deberes. Quiere que los padres disfruten de sus hijos y que los niños disfruten de la infancia.

Lo que deseo destacar de este profesor es que recurre al buen humor para formar críticamente a sus alumnos. El potencial que tiene el buen humor para formar ciudadanos del mundo es algo que yo mismo he querido destacar en mi último libro titulado Ética del humor. Fundamentos y aplicaciones de una nueva teoría ética, publicado en la editorial Plaza y Valdés, de Madrid. Sobre ello volveré más adelante.4    

Los mejores profesores universitarios y los mejores alumnos

¿Tenemos también ejemplos de profesores modélicos en el ámbito universitario? En este caso, más que a nombres concretos, podemos recurrir a un estudio realizado con más de cien profesores de Estados Unidos, reconocidos por estar entre los mejores en su actividad. Los resultados y conclusiones fueron presentados por Ken Bain en su libro Lo que hacen los mejores profesores universitarios.5

El libro nos ofrece un resumen del modo de actuar de los profesores que consiguieron que sus alumnos, además de aprender con ellos, los consideraran una guía, un modelo, o que simplemente fueron una influencia positiva y un buen recuerdo para el resto de sus vidas. El buen profesor, además de tener un amplio conocimiento de su materia, sabe transmitirla a sus alumnos de modo que puedan ver su importancia en una dimensión muy práctica. Consigue que sus alumnos aprendan a la vez que aplican los conocimientos, contando casos prácticos y ejemplos que enganchen a los estudiantes, dando razones para que los estudiantes quieran recordar cada información.

Bain considera que el profesor modelo es aquel que consigue que sus alumnos valoren el aprender, obtengan un pensamiento crítico, se enfrenten con creatividad y curiosidad a la resolución de problemas, y también con compromiso ético, además de amplitud y profundidad en el conocimiento específico. El buen profesor, por tanto, tiene un compromiso ético, que sus alumnos no solo perciben de palabra, sino también por sus actos

De modo general, Bain considera que el profesor modelo es aquel que consigue que sus alumnos valoren el aprender, obtengan un pensamiento crítico, se enfrenten con creatividad y curiosidad a la resolución de problemas, y también con compromiso ético, además de amplitud y profundidad en el conocimiento específico. El buen profesor, por tanto, tiene un compromiso ético, que sus alumnos no solo perciben de palabra, sino también por sus actos. El mismo Bain señala modos de comportamiento de esos profesores que tienen un marcado componente ético. Así, nos dice, por ejemplo, que los mejores profesores tratan a sus estudiantes con justicia, compasión y preocupación.
    
La referencia a estos modelos es muy importante para el aprendizaje, pero es interesante destacar que nuestra sociedad necesita no solo modelos de profesores, sino también modelos de estudiantes, por eso, su libro más reciente se titula precisamente así: Lo que hacen los mejores estudiantes de universidad.6 El compromiso ético de los estudiantes es una dimensión a destacar para aquellos alumnos que puedan convertirse en modelos a imitar por sus compañeros.

El profesor modélico persigue los fines de la educación y evita el adoctrinamiento

Para analizar si una actividad profesional se está realizando correctamente es necesario reflexionar sobre los fines que legitiman la actividad y le dan sentido. En el caso de la profesión docente, el Informe Delors 7 nos ofrece algunas claves importantes al decir que la finalidad de la educación es que los alumnos aprendan a conocer, aprendan a aprender, aprendan a vivir juntos y aprendan a ser. La educación, por lo tanto, no es solo transmitir “la ciencia”, la visión científica del mundo, o capacitar para acceder a esa visión científica del mundo es, sobre todo, contribuir a la formación de las personas, de modo que puedan participar plenamente en la vida y en la cultura de la sociedad.8

En España, el libro de referencia para pensar sobre la ética de la educación es, sin duda, el de Emilio Martínez Navarro, titulado Ética profesional de los profesores. Allí el autor nos dice que podemos expresar los bienes internos de la enseñanza en la fórmula siguiente: “Los bienes específicos que proporciona la enseñanza, como actividad social de mediación entre la familia y la sociedad, son los de una completa educación de los alumnos, ofreciéndoles la mejor formación posible para que se desarrollen como personas críticas, creativas y solidarias, como profesionales competentes y como ciudadanos cultos y comprometidos con el bien común”. 9 Para lograr esa meta es necesario desarrollar una serie de actitudes.
     
Actitudes de un profesor modélico hacia los alumnos

Es éticamente razonable que el profesor adopte una actitud de adhesión crítica a su propia cosmovisión particular, sin pretender ocultarla ante sus alumnos, pero evitando en lo posible cualquier amago de imposición de la misma, puesto que, de lo contrario, caería en el adoctrinamiento. Esto se traduce en abordar abiertamente todas las opciones enfrentadas en las diversas cuestiones que se plantean, exponiendo lo más objetivamente posible los argumentos a favor y en contra de cada opción, y sin imponer la opción preferida por el profesor.

Emilio Martínez nos señala las siguientes actitudes que un profesor modélico debería tener hacia sus alumnos:

a) Actitud de servicio y cooperación con el alumno. El alumno no es un receptor pasivo, sino un agente activo al que hay que asistir en su aprendizaje hasta que se baste por sí mismo.
b) Desigualdad fáctica, pero igualdad moral. Tratarle como si ya fuese maduro, autónomo y educado, porque de este modo puede ir interiorizando una imagen positiva de sí mismo. 
c) Respeto. Respetar al alumno significa no dañarle injustificadamente y, al mismo tiempo, ayudarle positivamente y de buena fe a que alcance las metas razonables que ha adoptado como propias.
d) Cuidado y solicitud. El profesor ha de buscar la atención individualizada, la actitud de acogida y la empatía con el alumno, pues de otro modo será muy difícil que el estudiante reaccione ante la enseñanza con un aprendizaje eficaz y completo.

Actitudes de un profesor modélico hacia el conjunto de la clase

Según Emilio Martínez, las actitudes de un profesor modélico hacia los alumnos como grupo, serían las siguientes:

a) Acogida. Es preciso que el grupo sienta que el profesor está sinceramente interesado en conocerlos y que se compromete a respetarlos como personas, así como a procurar que nadie se sienta menospreciado ni excluido.
b) Buen entrenador. Proponerse sacar lo mejor de cada uno. Creer en la capacidad de superación de todos y cada uno de sus alumnos. Por ello será exigente, pero también amable, comprensivo, paciente y estimulante.
c) Estimulación de la colaboración entre todos ellos. Se trata de crear en el aula una pequeña comunidad de búsqueda o comunidad de investigadores.10 El profesor ha de asumir entonces el papel de director, encargado de poner los medios para que todos puedan aprender de las fuentes habituales (libros y demás medios disponibles) y también los unos de los otros, mediante el apoyo mutuo y la participación activa en el gran grupo y en pequeños grupos. Es importante entonces que tanto el profesor como los alumnos tengan una actitud de apertura a los otros, de predisposición al diálogo y a compartir experiencias e inquietudes.

Neuroeducación en virtudes cordiales

Recientemente María José Codina ha terminado un libro que publicará próximamente titulado Neuroeducación en virtudes cordiales. Cómo reconciliar lo que decimos con lo que hacemos.11 En este extraordinario trabajo, la autora defiende que es necesario educar en virtudes cordiales que, por ser procedimentales e ir dirigidas a regular una convivencia pacífica y buscar la justicia global, son universalizables, y que la neuroeducación es el programa educativo idóneo para llevar a la práctica esta educación. La neuroeducación nos ayudaría, por tanto, en la tarea de formar personas virtuosas.

Una idea interesante del libro es que cuando los profesores dicen una cosa y los alumnos perciben otra en su modo de comportarse, los alumnos realmente están aprendiendo lo siguiente: “hay que decir que debemos actuar bien, pero no hay que comportarse realmente de ese modo”. Los profesores incoherentes, por tanto, son nefastos para la educación en virtudes. Los buenos modelos son fundamentales para que los alumnos no solo aprendan en qué consiste actuar bien, sino también para que desarrollen la disposición a actuar bien. Otra clave del libro consiste en afirmar que una docencia práctica, en la que los alumnos practiquen las virtudes de manera cotidiana, les llevará a establecer conexiones neuronales que asentarán unos modos de actuar mucho más sólidamente que simplemente aprendiendo contenidos.

Algunas aportaciones de la neuroeducación para mejorar el rendimiento académico en general, y mejorar el desarrollo de virtudes, en particular, serían las siguientes: generar un clima de confianza en el aula mediante la metodología adecuada; contextualizar aquello que se ha de aprender; relacionar los contenidos con realidades cercanas a los alumnos; aumentar su motivación y su confianza en ellos mismos; emplear metodologías de aprendizaje más participativas que activan más redes neuronales; y trabajar la gestión de las emociones en clase, sobre todo la empatía y el autocontrol.

El profesor modélico y la ética del humor

Una manera de generar un clima de confianza es saber manejar correctamente el humor en el aula. Hay mucha bibliografía que nos dice que el humor es saludable y positivo, pero también es cierto que, en ocasiones, el humor puede dañar. Diversos estudios en todos los niveles educativos nos dicen que en una clase habitual de 50 minutos los profesores recurren, de media, tres veces al humor. El 50% del humor que utilizan los profesores en el aula ataca a una persona, grupo o institución, y un 20% de dicho humor normalmente va dirigido a ridiculizar a un alumno por una intervención desafortunada o a la clase en su conjunto. El que este fenómeno pueda ocurrir durante una clase de ética tendría un efecto especialmente demoledor para la percepción que los alumnos pudieran tener de los contenidos de la asignatura. Hasta ahora hemos prestado muy poca atención a la dimensión ética del humor, pero aquello de lo que reímos dice mucho del tipo de persona que somos. Y los alumnos son capaces de captar con mucha claridad el carácter que demuestra tener un profesor cuando ríe.

En mi libro titulado Ética del humor. Fundamentos y aplicaciones de una nueva teoría ética, 4 distingo un humor positivo y un humor negativo, y fundamento la distinción partiendo de las aportaciones de los grandes filósofos y de profesionales de otras áreas que han abordado este tema, sobre todo, desde la psicología. Lo he escrito porque considero que es necesario que aprendamos a reír, que eduquemos nuestro humor. Defiendo que el humor negativo dificulta gravemente la educación ética, mientras que el humor positivo (que, entiendo, parece estar practicando, por ejemplo, César Bona), fomenta un clima de distensión y de apertura a la crítica, muy necesario para el desarrollo moral de los alumnos. Necesitamos profesores y alumnos que sean modelos a seguir, pero no conseguirán serlo, si no son capaces, entre otras cosas, de educar éticamente su humor. 

La conducta personal del profesor es muy relevante para que la formación ética tenga éxito. Es necesario que exista una coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. El profesor modélico persigue los fines de la educación y desarrolla actitudes positivas tanto hacia los alumnos concretos como hacia la clase en su conjunto

Conclusiones

Los profesores modélicos forman ciudadanos críticos, capaces que pensar sobre las injusticias y de querer, con los conocimientos adquiridos en el aula, contribuir a construir un mundo mejor para todos. La conducta personal del profesor es muy relevante para que la formación ética tenga éxito. Es necesario que exista una coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. El profesor modélico persigue los fines de la educación y desarrolla actitudes positivas tanto hacia los alumnos concretos como hacia la clase en su conjunto. La neuroeducación confirma la idea según la cual los alumnos aprenden a ser ciudadanos actuando como tales, no simplemente aprendiendo contenidos teóricos, pues al desarrollar hábitos se generan las conexiones neuronales necesarias para que tengamos la predisposición a actuar de una determinada manera. La risa es un fenómeno habitual en el aula. Puesto que los modelos son importantes para el aprendizaje, es necesario educar nuestro humor para que éste sea el reflejo de un carácter ético y, por tanto, un refuerzo adicional en el aprendizaje de la ética. 

Referencias bibliográficas

1. Siurana JC. La ética de la ética, el gran desafío de la ética aplicada. En: XVIII Congrés Valencià de Filosofia. Valencia; Facultat de Filosofia i Ciències de l’Educació; 2010. p. 235-248. / Siurana JC. Els experts en bioètica han de tenir un comportament èticament exemplar? Butlletí del Comitè de Bioètica de Catalunya. 2014;14: 1-9.
2. Arrizabalaga M. Nancie Atwell, la maestra que logra que sus alumnos lean 40 libros al año. ABC. 17 de marzo de 2015. [Accés: 5 d’abril de 2015]. Disponible a: http://www.abc.es/sociedad/20150317/abci-nancie-atwell-profesora-logra-201503161339.html
3. El Mundo. Un día en el aula con César Bona. Así da clase el candidato español al ‘Nobel’ de los profesores. El Mundo. 02 de febrero de 2015. [Accés: 5 d’abril de 2015]. Disponible a: http://www.elmundo.es/espana/2015/02/02/54ce67d3e2704e3f168b457e.html
4. Siurana J. Ética del humor. Fundamentos y aplicaciones de una nueva teoría ética. Madrid: Plaza y Valdés, 2015.
5. Bain K. Lo que hacen los mejores profesores universitarios. 2a ed. Valencia: PUV; 2007.
6. Bain K. Lo que hacen los mejores estudiantes de universidad. Valencia: PUV; 2014.
7. Delors J, presidente. La educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI. Madrid: Santillana / Ediciones UNESCO; 1996.
8. Cortina A. Ética de la razón cordial. Educar en la ciudadanía en el siglo XXI. Oviedo: Nobel; 2007.
9. Martínez Navarro E. Ética profesional de los profesores. Bilbao: Desclée de Brouwer; 2010.
10. Lipman M, et. al. La filosofía en el aula. Madrid: De la Torre; 1992. / García Moriyón F. Pregunto, dialogo, aprendo. Cómo hacer filosofía en el aula. Madrid: De la Torre; 2006.
11. Codina MJ. Neuroeducación en virtudes cordiales. Cómo reconciliar lo que decimos con lo que hacemos. Barcelona: Octaedro; 2015. [En prensa]

Para citar este artículo: Siurana JC. La importancia de los modelos en el aprendizaje de la ética. Bioètica & debat · 2015; 21(74): 3-8